2022-05-08

Tomanowos: la roca que sobrevivió al billar cósmico, a las megainundaciones glaciares y a la estupidez humana

[This is the Spanish version of the english original in The Conversation, Space.com, and Phys.org]

Localización actual de Tomanowos en el Museo Americano de Historia Natural de Nueva York. Foto: DGC.

La roca más fascinante que conozco tiene un nombre milenario: Tomanowos. Significa "el visitante del cielo" en el extinto idioma clacama. Según los miembros de la tribu norteamericana de los Clacamas, Tomanowos vino para unir el cielo, la tierra y el agua.
Las explosiones de supernovas esparcen por el espacio
el hierro producido en las estrellas más pesadas. Este hierro 
termina en nebulosas de partículas que terminan por formar
nuevas estrellas y protoplanetas como el que formó
Tomanowos.
 [Imagen: NASA]

Hoy esta roca yace en el Museo de Historia Natural de Nueva York debido a una de las historias más tronchantes que conozco en geología, acontecida cuando
 unos colonos se enteraron de su existencia cerca de Portland (Oregón) hace un siglo

Pero antes de entrar en eso, ¿qué sabemos sobre el orígen de esta roca?

Tomanowos es un meteorito de un tamaño inusual, compuesto por 15 toneladas de hierro y níquel (Fe 91%, Ni 7.6%). Como en otros meteoritos metálicos, sus átomos de Fe y Ni se formaron en el núcleo de estrellas que esparcieron por el espacio los subproductos de la fusión nuclear al terminar sus vidas en gigantescas explosiones de supernovas. Hace unos 4.500 millones de años, estos átomos pululaban en una nebulosa de detritos cósmicos que comenzaba a agregarse en partículas de polvo, primero, y de rocas y protoplanetas después. Esa nube formó nuestro Sistema Solar y Tomanowos fue parte del núcleo de uno de estos protoplanetas (los metales, más pesados que los silicatos, tienden a ocupar el centro de los planetas).

Vesta, un protoplaneta superviviente del
Sistema Solar primigenio. La gravedad forma
una estructura de capas ordenadas por densidades 
con elementos más pesados ​​como el hierro concentrados 
en el núcleo. Tomanowos es un pieza expulsada del núcleo
 de un protoplaneta similar.
[EPFL / Jamani Caillet, Harold Clenet]
También sabemos que, poco después, una colisión entre dos de esos protoplanetas devolvió nuestra pieza de museo a la soledad espacial. Lo sabemos porque es la única manera conocida de extraer una masa de 15 toneladas del centro de un protoplaneta. Posteriores impactos a lo largo de cuatro mil millones de años hicieron que la órbita del meteorito finalmente se cruzara con la de la Tierra. Eso ocurrió hace apenas 17.000 años.

Como resultado de este billar cósmico, el meteorito entró en nuestra atmósfera a una velocidad de unos 60.000 km/h, aterrizando en el casquete glaciar que ocupaba el actual Canadá a finales del Pleistoceno. Gracias a que el hielo es un lugar relativamente mullido para aterrizar, los glaciares son una importante fuente de meteoritos bien preservados. A estas alturas Tomanowos ya había atravesado un impresionante cúmulo de casualidades que le permitirían acabar en la sala del museo de Nueva York. Pero lo más increíble estaba todavía por ocurrirle.

Durante las siguientes décadas, el hielo transportó lentamente a Tomanowos hacia el sur, hacia una lengua glaciar que en ese momento bloqueaba el río Fork en Montana (EEUU). Esa lengua glacial había bloqueado con hielo el valle del río acumulando una barrera de 600 m de altura que causó la formación aguas arriba de un enorme lago, hoy desaparecido pero estudiado por los sedimentólogos bajo el nombre de Lago Missoula. Esto lo sabemos porque en los años 20, el doctor Joseph Pardee encontró abundantes sedimentos lacustres de un gran lago pleistoceno que carecía de una barrera física en su lado occidental. 

Arrastrado por el glaciar, Tomanowos llegó a esa gigantesca presa de hielo justo cuando esta colapsó desencadenando una de las mayores inundaciones jamás documentadas. Las inundaciones de Missoula (en plural porque el fenómeno se repitió decenas de veces) remodelaron el relieve de la inmensa región de los Scablands en el estado de Washington, un paisaje excavado por la erosión de este evento cataclísmico. Este fenómeno se conoce como inundación glaciar explosiva y ocurre cada pocos años, por ejemplo, en el glaciar Perito Moreno (Argentina). Sin embargo, el gran volumen de agua apresado en el Lago Missoula hizo que allí el flujo de agua alcanzara el equivalente a miles de Cataratas del Niágara, concretamente unos 10 millones de metros cúbicos por segundo. Para los curiosos, la investigación de estas inundaciones por Bretz y Pardee a principios del siglo XX condujo a uno de los más significativos cambios de paradigma en la geología: el reconocimiento de que los eventos catastróficos pueden contribuir significativamente a la evolución del relieve.
Mapa del recorrido de las inundaciones de Missoula, que
muestra el lago Missoula 
(azul), la capa de hielo donde
aterrizó Tomanowos (al norte del 
lago) y las áreas
inundadas de Washington y 
Oregón (gris). Fuente: Washington Univ.

Al colapsar la presa glaciar, el meteorito, atrapado en hielo y flotando con él, fue arrastrado por la inundación cruzando los estados de Idaho, Washington y Oregón siguiendo el cauce del río Columbia a velocidades de más de 20 metros por segundo, según simulaciones numéricas del Servicio Geológico de EEUU (USGS). 

Mientras flotaba en las aguas de la inundación sobre lo que hoy es la ciudad de Portland, la carcasa de hielo se desprendió y el pesado meteorito se hundió en las aguas, posándose en el fondo. En la región se han encontrado cientos de otras rocas incompatibles con la geología local. Se les llama rocas erráticas y fueron transportadas también en balsas de hielo a lo largo del río Columbia durante las inundaciones. 

Al terminar la inundación, el meteorito quedó expuesto a la atmósfera. Durante lo siguientes miles de años, la lluvia reaccionó con un mineral raro en la Tierra pero común en los meteoritos, la troilita (FeS), disolviendo entonces lentamente el hierro del lado expuesto de la roca:
Las cavidades del meteorito fueron producidas por la disolución del hierro en el 
lado expuesto a la atmósfera.

Poco después de la inundación, los Clacamas llegaron a Oregón y bautizaron al meteorito como el Visitante del Cielo. Para ellos, Tomanowos vino a unir la tierra, el agua y el cielo. Posiblemente supieran que las rocas metálicas provienen del cielo, una preclaridad que no deja de ser inquietante. ¿Les intrigaba la ausencia de un cráter en el sitio del hallazgo? ¿Vislumbraron como explicación una inundación que tardaría aún miles de años en ser redescubierta para cambiar la historia de la geología? En cualquier caso, el nombre del meteorito nos recuerda que las culturas precientíficas no eran idiotas, o en todo caso no lo eran más que la nuestra hoy en día.

Como queriendo confirmar esta última hipótesis, en 1902 un colono llamado Ellis Hughes, buscando
enriquecerse con la roca, decidió trasladarla a sus propias tierras, en secreto. Milenios de descanso pacífico en el valle del río Willamette llegaron a su fin. Pero claro, no es fácil desplazarse varios kilómetros en secreto con una roca de 15 toneladas, ni siquiera en Oregón. Hughes y su hijo trabajaron de noche durante tres duros meses y fue durante ese transporte que la roca sufrió severas mutilaciones.

Una vez hubo trasladado Tomanowos, Hughes
construyó una cabaña alrededor del meteorito, anunció
que había caído en su propiedad y comenzó a cobrar
veinticinco centavos por verlo.

Una vez en su propiedad, Hughes comenzó a cobrar veinticinco centavos por ver el meteorito. Sin embargo, su vecino, no impresionado por el despliegue de idiotez, le demandó asegurando que el meteorito, en realidad, había aterrizado en SU ​​propiedad. Y para respaldarlo mostró a los jueces un enorme cráter en su terreno. Su caso hubo de ser desestimado cuando un tercer vecino de la zona informó de una enorme explosión provocada apenas una semana antes del juicio.

Irónicamente, el propietario legal del lugar de aterrizaje de la roca de hierro resultó ser la Compañía de Hierro y Acero de Oregón, que hasta entonces desconocía la existencia del meteorito. Inmediatamente contrató a un guardia que se parapetó sobre la roca día y noche, armado, mientras la compañía apelaba la sentencia. Ganaron el caso en 1905 y vendieron Tomanowos al museo de Nueva York un año después. Las autoridades, igual que ya habían relocalizado a los Clacamas y a otras 20 tribus a una reserva, decidieron también relocalizar a Tomanowos en la otra costa de los EEUU, la que sería la última parada de su billar cósmico. 

Tomanowos a principios del siglo XX, antes de ser transportado a Nueva York.

Sorprendentemente, la exposición del American Museum of National History no menciona las inundaciones de Missoula, una parte clave de la historia de Tomanowos. Esto a pesar del amplio consenso científico y de la narrativa de sus primeros descubridores. Pero los descendientes de los Clacamas sí conservan todavía el derecho a acudir al museo a rendir tributo al visitante que reunió el Cielo, el Agua y la Tierra.